sábado, 25 de enero de 2014

Un ejercicio que hicimos en lenguaje cinematográfico. todo lo escribí de corrido, por eso no está pulido ni nada

Un niño marcha por la calle de algún viejo y sucio barrio. Sólo lleva botas negras. El compás de sus manos es fuerte, alargado. No lleva camisa pero sí un sucio pantalón.
Aves negras y gigantes vuelan sobre el cielo azul y ennegrecen el horizonte.
Ve a lo lejos una flor, es hermosa, amarilla. Se acerca, la toca y la marchita. La faz del niño cambia y se ve a un cerdo de grandes colmillos que se ríe estrepitosamente.
Niños llegan a la calle y se ponen a jugar. El niño de las botas negras llega y rompe todo. Implanta sus ideas, sus juegos. Ahora todos llevan botas negras, nadie usa camisa, el caos crece, las flores mueren.
Centenares de aves negras cubren el cielo y la penumbra total llega.
Todo es obscuridad. Ceguera total. Una chispa crece lentamente, luce lejos y sutil. Ahora son dos. Con su brillo se ven 2 filas inmensas de colmillos. La luz de las chispas se tornan en un rojo fuerte, carmesí.
Se apagan.
La luz vuelve poco a poco, ahora todo luce en tonos grisáceos. Murmullos, cantos, destellos.
Un torero aparece en escena, con un traje azul vocifera cantos ininteligibles, una sierra cercena su cabeza y la voz se convierte en chorros de sangre.
Un ángel de alas negras juguetea con el agonizante torero, éste se desploma.
Un ángel blanco se acerca, ambos ángeles danzan tratando de conquistar el alma de aquél que ahora ha muerto.
hay empujones, una riña, se avalanchan sobre el cadáver.
Más destellos, confusión, todo es confuso. Ambos ángeles han arrancado considerables partes uno del otro.
Las garras del negro son firmes, mortales. Las del blanco son pequeñas pero con un gran poder.
Ambos, ya sin fuerzas, caen al suelo. El torero despierta, clama por un alivio para su dolor y desdice ir al lado obscuro.
Negrura... triste negrura...
Ahí está el niño de las botas negras de nuevo, ya ha crecido; luce fuerte y altivo.
Se mueve sobre el escenario, parece bailar, pero sólo trata de cautivar al espectador. Sus ojos, ahora rojos, dejan ver gran maldad.
Saca una máquina del suelo, la muestra al público. Ríe, codicia en sus ojos refleja. De la máquina salen ovejas, multitudes de ovejas. Las últimas más deformes que las primeras. Al final sólo sale carne molida, podredumbre.
Silencio...
Murciélagos cubren el lugar, revolotean, se devoran entre ellos...
Silencio...
Abre telón. Sobre una rueda de tractor un hombre rasga una vieja guitarra. Sus ojos está volteados, nada más que blancura los cubre. Pequeñas serpientes son las cuerdas, un pequeño pie de niño la guitarra.
La lluvia disuelve todo, alacranes cubren el suelo. Sus ojos negros y sus colas alertas aterran a todos.
Una mano comienza a romper la página donde todo lo anterior estaba dibujado.
Manos comienzan a rasgar el lienzo, sus dedos ensangrentados y vestigios de uñas lo mojan.
El niño de las botas negras ahora es un adulto de edad madura. Lleva una camisa negra y un pantalón de acuerdo con sus botas.
A paso mal trecho se muestra airoso.

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