miércoles, 11 de abril de 2018

Despedida


Con el permiso de vuestro corazón, me retiro. Nos veremos en el futuro o en nuestro pasado, como a usted le plazca. Le dedico con vaguedad y premura este mal logrado texto como una forma poco elegante de despedida. Salude a sus labios de mi parte y dígales que su néctar se queda conmigo, aunque su dulzor ahora me queme. Dígale a sus manos que fue un placer estrecharlas, que jamás hubo palomas más perfectas y suaves. A sus odios dígales que recuerden mis palabras, pues más sinceras y con más amor jamás podrán escuchar en su vida. Y dígale a su corazón, a ese ente palpitante de sangre y vida, que de nuevo estoy escribiendo, que de nuevo mi mente tiene algo qué decir, aunque por el momento sólo supura hiel. No la culpo, lo supe desde un inicio, pero eso siempre me pasa cuando dejo que el corazón guíe mi vida, cuando esta mente áspera y reseca es la que debería tomar el timón del barco. La amo mucho, como la amé desde siempre.

martes, 4 de abril de 2017

Textos sueltos (69)

Deja que se miren, se palpen y reconozcan. Deja que jueguen juntos a descubrirse uno al otro. Que sus salivas se toquen, choquen y estallen. La distancia ha sido mucha. La espera, desgastante. No lo frenes ni lo impidas. Sabías que un día se encontrarían y se harían pedazos. Sabíamos, quizá en lo más hondo de nosotros, que todas las veces que estuvieron con alguien más sólo los preparó para encontrarse hoy, húmedos y palpitantes, uno dentro del otro. 

miércoles, 15 de febrero de 2017

Táctica lúdica

Culminar una obra con lógica y armonía, bañada con sabiduría y curtida bajo las normas apropiadas, sin lugar a dudas fatiga al autor, lo agota, lo calcina.

Utilizar una táctica osada dificultaría dicha labor y podría trastornar al dramaturgo, lo lanzaría a un abismo oscuro y sin fondo, incluso lograría trastocarlo y así abandonaría la loca convicción con la cual inició la narración.

Montar sin pánico una vicisitud así haría claudicar a la mayoría, los haría huir y tiritar. Sólo un húsar capaz, bravo y osado lograría consumar dicha labor.

Con calma y tranquilidad, dicho húsar plantará y bañará con convicción un diminuto grano forrado con ilusión y optimismo hasta dar a luz un fruto lozano y único. Sólo así saldrá victorioso, sólo así aniquilará sus fallas, sólo así avanzará por insólitos caminos con más sabiduría.

Un autor nacido húsar surcará sin pavor un vasto mar tapizado con hojas blancas. Iniciará su labor sin apuro, calmo, frío. Soportará la vacilación y la duda, domará a las palabras y jamás otorgará a sus fantasmas una garra mayor a la suya.

Los dramaturgos arbolan una sola consigna: blandir la pluma para trastocar las almas y así cambiar al mundo poco a poco. Como hábil taumaturgo, da forma a mundos, vidas y criaturas fantásticas usando sólo sus palabras.

Domina lo arcano y lo profano, lo vulgar y lo divino. Al alma sumisa, la aviva; a la indómita, la apacigua.

Un húsar trabaja con ahínco, sin pausa, para forjar sílaba a sílaba, palabra por palabra, una obra inmortal.


¿Labor difícil? Sin duda, ¿complicada? muchísimo, quizá tanto o más como armar una columna sin utilizar la vocal e.

martes, 14 de febrero de 2017

Textos sueltos (7)

Hoy busqué aquel poema que te escribí a media noche, casi dormido y a obscuras, pero no lo encontré... quizá sólo fue una pesadilla...

miércoles, 28 de septiembre de 2016

No puedes regresar a casa*

Aunque te duela, aunque lo anheles con todas las fuerzas de tu alma, no puedes regresar a casa. El camino que iniciaste no tiene retorno, y aunque la vida te devuelva al punto de inicio, tú ya no serás el mismo, todo aquello que conociste habrá cambiado.

Los lugares que una vez amaste se irán diluyendo con el paso del tiempo y no volverán. Las personas que te amaron se quedarán abrazadas a tu recuerdo, pero aquellos momentos que las convirtieron en seres únicos se desgastarán.

No puedes regresar a casa porque su lugar será ocupado por una estructura increíblemente parecida al hogar en el que creciste. Tu cama ya no será tu cama, será un estrecho colchón para pasar la noche y tus libros se convertirán en un montón de retazos de papel que dieron vida a la precaria maquinaria de tus ideas.

Las palabras vertidas sobre el papel en noches de insomnio ahora serán sosas y ridículas. Quemarás la esperanza del amor idílico a fuego lento y lo avivarás a ratos arrojando trozos de recuerdos que compartiste con ella, hasta que las llamas de la racionalidad la consuman por completo.

Verás con tristeza que tus amigos ya nos aquellos con los que creciste, amaste, perdiste y ganaste. El sol calentará de forma diferente, la lluvia será fría y ruidosa. Tu viejo amor de la escuela caminará de la mano con su hijo, pero ya no pensarás que pudiste ser tú su padre. El sonido de las aves será como el de cualquier lugar. Ya no será más tu hogar.

Caminarás por la calle y verás a las personas que nunca dejaron el barrio y pensarás en todo lo que se han perdido. Andarás por la acera no con un sentimiento de superioridad, sino con un sincero agradecimiento, le darás gracias al destino por dejarte caer y soñar entre aquellos caminos de asfalto.


*Texto inspirado en You can't go home again, de Thomas Wolfe

martes, 15 de septiembre de 2015

Diario de un neurótico (Día 65):

Para conmemorar nuestro aniversario la azoté contra el sillón, le recordé lo insípida que era su comida y lo pésima que era en la cama. La tomé por el cabello, clavé mi rodilla en su vientre, luego mi codo en su arqueado espinazo. La giré para que mis ojos pudieran mancillaran los suyos; los contemplé pálidos y acuosos y no pude resistirme a estrellarle cinco bofetadas, una por cada año que habíamos pasado juntos… lo sé, soy un romántico.

sábado, 25 de enero de 2014

Un ejercicio que hicimos en lenguaje cinematográfico. todo lo escribí de corrido, por eso no está pulido ni nada

Un niño marcha por la calle de algún viejo y sucio barrio. Sólo lleva botas negras. El compás de sus manos es fuerte, alargado. No lleva camisa pero sí un sucio pantalón.
Aves negras y gigantes vuelan sobre el cielo azul y ennegrecen el horizonte.
Ve a lo lejos una flor, es hermosa, amarilla. Se acerca, la toca y la marchita. La faz del niño cambia y se ve a un cerdo de grandes colmillos que se ríe estrepitosamente.
Niños llegan a la calle y se ponen a jugar. El niño de las botas negras llega y rompe todo. Implanta sus ideas, sus juegos. Ahora todos llevan botas negras, nadie usa camisa, el caos crece, las flores mueren.
Centenares de aves negras cubren el cielo y la penumbra total llega.
Todo es obscuridad. Ceguera total. Una chispa crece lentamente, luce lejos y sutil. Ahora son dos. Con su brillo se ven 2 filas inmensas de colmillos. La luz de las chispas se tornan en un rojo fuerte, carmesí.
Se apagan.
La luz vuelve poco a poco, ahora todo luce en tonos grisáceos. Murmullos, cantos, destellos.
Un torero aparece en escena, con un traje azul vocifera cantos ininteligibles, una sierra cercena su cabeza y la voz se convierte en chorros de sangre.
Un ángel de alas negras juguetea con el agonizante torero, éste se desploma.
Un ángel blanco se acerca, ambos ángeles danzan tratando de conquistar el alma de aquél que ahora ha muerto.
hay empujones, una riña, se avalanchan sobre el cadáver.
Más destellos, confusión, todo es confuso. Ambos ángeles han arrancado considerables partes uno del otro.
Las garras del negro son firmes, mortales. Las del blanco son pequeñas pero con un gran poder.
Ambos, ya sin fuerzas, caen al suelo. El torero despierta, clama por un alivio para su dolor y desdice ir al lado obscuro.
Negrura... triste negrura...
Ahí está el niño de las botas negras de nuevo, ya ha crecido; luce fuerte y altivo.
Se mueve sobre el escenario, parece bailar, pero sólo trata de cautivar al espectador. Sus ojos, ahora rojos, dejan ver gran maldad.
Saca una máquina del suelo, la muestra al público. Ríe, codicia en sus ojos refleja. De la máquina salen ovejas, multitudes de ovejas. Las últimas más deformes que las primeras. Al final sólo sale carne molida, podredumbre.
Silencio...
Murciélagos cubren el lugar, revolotean, se devoran entre ellos...
Silencio...
Abre telón. Sobre una rueda de tractor un hombre rasga una vieja guitarra. Sus ojos está volteados, nada más que blancura los cubre. Pequeñas serpientes son las cuerdas, un pequeño pie de niño la guitarra.
La lluvia disuelve todo, alacranes cubren el suelo. Sus ojos negros y sus colas alertas aterran a todos.
Una mano comienza a romper la página donde todo lo anterior estaba dibujado.
Manos comienzan a rasgar el lienzo, sus dedos ensangrentados y vestigios de uñas lo mojan.
El niño de las botas negras ahora es un adulto de edad madura. Lleva una camisa negra y un pantalón de acuerdo con sus botas.
A paso mal trecho se muestra airoso.