Con el permiso de vuestro corazón, me retiro. Nos veremos en
el futuro o en nuestro pasado, como a usted le plazca. Le dedico con vaguedad y
premura este mal logrado texto como una forma poco elegante de despedida.
Salude a sus labios de mi parte y dígales que su néctar se queda conmigo,
aunque su dulzor ahora me queme. Dígale a sus manos que fue un placer
estrecharlas, que jamás hubo palomas más perfectas y suaves. A sus odios
dígales que recuerden mis palabras, pues más sinceras y con más amor jamás
podrán escuchar en su vida. Y dígale a su corazón, a ese ente palpitante de
sangre y vida, que de nuevo estoy escribiendo, que de nuevo mi mente tiene algo
qué decir, aunque por el momento sólo supura hiel. No la culpo, lo supe desde
un inicio, pero eso siempre me pasa cuando dejo que el corazón guíe mi vida,
cuando esta mente áspera y reseca es la que debería tomar el timón del
barco. La amo mucho, como la amé desde siempre.