sábado, 29 de septiembre de 2012

Textos sueltos (4):

Todavía huelo a ti, a tu ser entre mis dedos, a tu piel, a tus cabellos, al dulce aroma de tu alma entre mi boca, a lujuria, a tus senos, a tu sexo, a tus entrañas, a vísceras y sexo, a sangre, a martirio, a súplicas, a valemadrismo, a recuerdos dolorosos; aún percibo el olor a hierro, a odio, a rencor, a tu esencia escurriéndose por el filo de un cuchillo, a gemidos, a dolor, a venganza...

jueves, 27 de septiembre de 2012

La fortaleza de Adela, parte I

(El siguiente texto es una entrevista que realicé para el periódico en el que trabajo, pero deseo compartirla de manera integra por si llega a sufrir modificaciones debido al espacio. Espero les guste y puedan dejar algún comentario, todos son bien recibidos)



Hablar de Adela Fernández no es cosa fácil, en ella se encierran miles de anécdotas, una gran escritora, una niña con un inmenso amor por su padre y una mujer con un extenso legado sobre sus hombros pero con una sencillez que atrapa. En entrevista, la cuentista, poeta y actriz, habló sobre su vida, su obra y la relación con su padre, Emilio “El Indio” Fernández.
En esta primera entrega, Adela narra en sus palabras quién es como mujer y como escritora, faceta que muchas veces se pierde de vista.

LA MUJER

El misterio más grande del universo para mí soy yo, qué pasa conmigo, por qué se me quedan algunas imágenes de la vida muy grabadas, como la forma de una nube por ejemplo, pero otras no, se me olvidan ¿Por qué comienzo a escribir una cosa y termino haciendo otra? ¿Qué es lo que realmente me está doliendo? Escribo para conocerme y desde luego todavía no lo hago, uno va conociendo fracciones, emociones, sentimientos.

Yo no terminé la prepa, reprobé toda la primaria y en la secundaria me pasó mi maestra porque estaba haciendo su tesis sobre mis problemas mentales. Llegué a sacar dos en matemáticas, en física y química igual; yo reprobé siempre, pero me pasaban porque se corría el rumor de que el “Indio” me iba a matar si no pasaba, y entre más me avanzaba menos entendía lo que sucedía en la escuela.

Al teatro me metí por rebelde, porque mi papá lo odiaba. Cuando salí de casa fui a hacer todo lo que le molestaba, pero después me atrapó y estuve haciendo teatro cerca de 15 años. Había un crítico de butaca 13 que decía: ‘En el teatro de Adela Fernández no hay género ni en las cortinas’, así que se pueden dar una idea de lo que hacía; eran monólogos aparentemente muy literarios pero yo los podía dirigir muy bien, otros no sabían qué hacer con tanta palabrería, pero al final me fue atrapando la literatura.

Yo hacía todo para que mi papá me admirara, entonces cuando se murió dejé de escribir, de trabajar y me di cuenta que todo lo que había hecho era para que mi papá me reconsiderara. Se fue y para mí se me acabó mi propia vida, entonces me enfoqué en cuidarle su casa por todo el amor que le tuvo, así pude con el dolor, pude sentir algo festivo en mi vida, sentirme bien.

LA ESCRITORA

Quien me lee no puede creer que yo viva tan feliz, que sea tan dinámica y bromista porque cuando escribo me gusta entrar en la melancolía, vista como enfermedad. Me interesa mucho la gente que sufre, la que no puede y no tiene las herramientas para decirlo; otro tema recurrente en mis textos son las personas que no pueden salir o no pueden vencer a sus padres, me asusta mucho la gente dominante.

En mis escritos hago collages por dos razones: Una porque me fue muy mal tratando de copiar la vida, terminé siendo como plagiaria; otra para disfrazar cuando me inquietaba la conducta de alguna de mis amistades: si era hombre lo hacía mujer, si vivía en el norte lo mandaba al sur y así comencé a usar metáforas para que no se identificaran las personas en las que me basaba.

En El vago espinazo de la noche, llevando cine de mí papá a un pueblo de Veracruz me quedé en un orfanatorio donde había un muchacho muy grande que le decían “Bobo”. Uno de los internos me dijo que se había ido perdiendo mentalmente durante los años, no llegó mal, se fue perdiendo. Esa mañana acababa de leer una noticia en el periódico de unos niños en Inglaterra que habían hecho un pacto suicida, a eso le sumé que en ese momento estaba buscando a Dios. En aquel entonces acababa de leer a Aldous Huxley (Las puertas de la percepción) y quería comer peyote y anda en esa búsqueda; uní esas tres cosas y así surgió el texto: Narro un suicidio colectivo en un internado, los otros se mueren en el viaje de mezcalina, éter y mezclas que hacen, “Bobo” es el único que sobrevive.

Por el momento estoy trabajando en dos libros, Los almuercitos del “Indio” Fernández que son recetas de lo que se comía y se come en esta casa. Mi papá antes hablaba y decía ‘vamos a tener un almuercito, háblenle al “pichón” y díganle que si me puede matar dos borregos porque vamos a ser como 300 personas’, esos eran “sus almuercitos”.

El otro es un diccionario de cocina, porque luego te encuentras con una palabra medio rara pero resulta que es salsa de tomate, sólo que está escrita en purépecha o en tarasco, es la misma salsa que se hace en Yucatán, cambia el nombre solamente y uno piensa que hay una gran variedad, pero sólo es el idioma.

También estoy rehaciendo la biografía de mi papá, cuando la escribí todavía estaba vivo, entonces la realicé de puntitas y con mucho temor, pero le gustó. Recuerdo que cuando la leyó llamó al mozo y le dijo: ‘¿Quién iba a pensar que estaba creando un testigo viviente?’. Voy a seguir la misma línea, mostrar la parte más humana, sensible y tierna que nadie conoce de mi padre: Sus miedos, sus repudios, demonios, soledades y la lucha terrible en la época en la que no le daban trabajo. En el libro yo no opino sobre él, repito todo lo que decía de sí mismo y cómo quería verse, por eso el libro se llama Vida y mito.

Hay una película que escribí para Irene Papas, la voy a convertir en novela con unas libertades sensacionales, nada más que se me metió otra novela donde saqué tantas cosas que está ilegible, es demasiado, por eso ahora la voy a pelar como pollo que va para caldo, para mí es un tesoro porque me reveló muchas emociones que desconocía.