lunes, 1 de octubre de 2012

La fortaleza de Adela, parte II

En ésta segunda entrega, Adela Fernández habla sobre su padre, Emilio “El Indio” Fernández, los recuerdos de infancia, los lados ocultos del cineasta que no se ven a simple vista y el legado que el realizador coahuilense le heredó después de su muerte: Su casa-fuerte, ubicada en Coyoacán, al sur de la ciudad.

EL LEGADO

El recuerdo inolvidable que tengo de mi papá es en Manzanillo, cuando me llevó a conocer el mar. Su mano era muy calientita, muy suave, igual que la de Diego Rivera, él me tenía agarrada, entonces sentí el pánico de ola que parece que te arrastra hacia el mar y la seguridad de su mano; no olvido ese momento, siempre que digo que mi papá no me apoyó o no me entendió, se me viene esa imagen de él.

Mi papá era un personaje impresionante, magnífico, te llenaba el espíritu, te invitaba a la creación, te quitaba lo pendejo, no podías serlo al lado de él, te despabilaba, te hacía pensar, sentir, todo siempre a favor de México, era su obsesión. Muchos años estuvimos sin luz, nos iluminábamos con ocote, velas y demás porque decía que en esta casa no entraría nada que fuera gringo; hasta que un día llegó un amigo y le dijo que Edison era mexicano y que fue adoptado por un matrimonio americano, ‘me lleva’, dijo mi padre, ‘bueno, pongan la luz, ya decía yo que solamente un mexicano pudo haberla inventado’.

Él se sentaba mucho en el ventanal, ponía una mesita debajo de la sombra de una buganvilia, que todavía no ha muerto, y se sentaba en su sillonzote, en otras sillas más pequeñas estaban Juan Rulfo, Revueltas y Mauricio Magdaleno. La gente cree que su lugar favorito era la cantina, pero no era así. En el lugar en el que estaba siempre podía ver dos o tres entradas, siempre muy vigilante.

Siempre fue una amante de la naturaleza, me decía ‘no se debe de vivir ignorando la condición que existe entre la amiba y el astro’; amaba lo pequeño y lo sencillo, pero también tenía unos delirios de grandeza enormes. En él se conjugaban perfectamente los opuestos, lo cual le dio una personalidad infernal porque soportarse a sí mismo era muy difícil, para uno era más sencillo porque el miedo ayudaba mucho.

Después la edad le dio una visión más amplia y querendona con los jóvenes, les quería enseñar pero era terco y necio porque te repetía las cosas miles de veces.

Recuerdo que alguna vez, de las muchas entrevistas que he dado en esta casa, llegó una chamaquita que me preguntó “¿Cuál es la canción favorita de su papá?”, pues “Flor silvestre”, le respondí, después me dijo “¿Y está en su último disco o en el primero?”, la niña creía que estaba entrevistando a la hija de Vicente Fernández, le dije que se viniera a comer todos los días de la semana a la casa y que platicaríamos de cine mexicano. Es mi obligación enseñar en lugar de criticar.

¿Qué es lo que me gustaría cambiar de la relación con mi padre? Que me conociera y conocerlo más, yo nunca supe qué es lo que lo hacía sufrir tan profundamente, siempre digo que fue porque a los 9 años mató al amante de su madre y eso lo marcó, pero no sé si lo digo para justificar todo su feo temperamento.

Lo he dicho antes, pero no vivo bajo la sombra del “Indio”, yo vivo bajo la luz de mi padre, en lo que él estuvo muy acertado yo me agarro

EL FUERTE

Yo le cambié el nombre de casa-fuerte por Fortaleza del “Indio” por dos cosas: por la construcción en el sentido arquitectónico y la fortaleza espiritual de él. Manuel Parra, arquitecto a cargo de la construcción, siempre hacía casas a la medida, necesidades, pensamientos y sensibilidades de sus habitantes; entre el “Indio” y él hicieron la casa-fortaleza. Tiene una circulación increíble, exagerada, la gente se pierde, se siente en un laberinto. Eso, visto desde la arquitectura, es de un paranoico que está pensando que lo van a matar y que busca la manera de huir; yo lo suavicé, dije que era por las novias: por un lado entra la rubia y hay que sacar a la morena por otro para que no se encuentren. Yo veo la grandeza pero también la humildad del “Indio” en esta casa.

Aquí se han filmado muchísimas películas de jóvenes, quizá unas 30, cintas “en forma” alrededor de 20, también se han grabado telenovelas como Corazón salvaje; pero la que más presumimos porque es la que más anécdotas tiene y es toda una sabrosura recordarlo ahora, porque en ese entonces fue un infierno, es Santa sangre, de Alejandro Jodorowsky.

En la casa-fuerte hay una alberca que se tronaba seguido, Diego Rivera le dijo a mi papá que tenía que sacrificar niños, porque en los puentes se sacrifican personas y cuando es pozo o alberca son niños o doncellas, y empezó Diego a contar que el “Indio” tenía aquí sus sacrificios, de ahí viene ese mito. Mi papá distinguía entre mentira y mito, una definición que no corresponde al diccionario, decía ‘las mentiras las inventan los pendejos y los mitos los genios’

La casa es un ser vivo, tiene una fortaleza y una grandeza, tiene miles de problemas pero ella solita los resuelve; llega una obra, una filmación, alguien que te hace la vida agradable. A cada rato estoy constatando cuánto quiere el pueblo a mi papá, oigo constantemente decir ‘él nos enseñó a amar a México, a estar orgullosos si estamos prietos, él nos mostró que todo hijo es la patria’ y todos esos comentarios me ponen la piel chinita y me emociona que trascendiera con esa fuerza. Aunque a veces me pregunto si mi papá me dejó la casa por cariño o por castigo, las obligaciones aquí son fuertes, parece que me la dejó para que le siguiera rindiendo culto.

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